Encontré a Lidia Suarez. Intentó hacerse la
desentendida cuando la reconocí, pero no permití que se me escapara. No podía
permitir que lo hiciera. Debí presentarme con mi verdadera identidad, para
ganarme su confianza; aún a riesgo de que pudiera llegar a asustarse. Por el
contrario, lo tomó con suma naturalidad. No anduve con rodeos.
Le dije que conocía a Mariano Guerrico. Lo
primero que atinó a preguntarme fue si todavía seguía con vida. Mi respuesta
fue positiva y también le dije que ahora estaba a salvo, lejos de las Órdenes.
Aproveché para contarle que me parecía muy extraño que Mariano siguiera con
vida, ya que los Arcángeles habían llevado a cabo un ritual con el Santo Grial
y la sangre de un heredero.
Allí el semblante de la mujer cambió por
completo. Jamás vi a alguien empalidecer tan de repente. Rompió en llanto
frente a mí y no supe cómo reaccionar. No soy buena consolando a la gente.
Quizás fui muy brusca, pero sentí la necesidad de preguntarle qué era lo que le
pasaba, qué sabía ella que no sabía yo.
Lidia me respondió algo que quizás, muy en
el fondo, yo ya sabía. Me dijo que el día que dio a luz, no dio a luz sólo a
Mariano. Me dijo que en realidad, había tenido mellizos. Dos herederos… dos
fuentes de sangre.
Ahí lo entendí todo, los Arcángeles habían
llevado a cabo el ritual con la sangre del hermano mellizo de Mariano. El
ritual es claro, toda la sangre del heredero vertida dentro del Grial y hasta
la última gota debe ser consumida. Los Arcángeles no tomaron la sangre de todo
el heredero, porque los herederos son dos.
¡El ritual no debería haber funcionado!